El campo amanecía brillante bañado por la luz de la mañana, un bello amanecer del mes de noviembre, ni mucho frío ni mucho calor, fresco dirían los lugareños todos campesinos dedicados al cultivo de la tierra y de sus frutos que les dejaban espacio para ellos a su ves vivir, vida por vida, tu me cuidas y yo te cuido a ti.

El campo ya llevaba días de haber sido sembrado y la cama cálida hecha en el seno de la tierra abrigaba la esperanza de la nascencia de las plántulas verde pistache del chícharo de otoño. Pegado al borde de la sementera se levantaba con orgullo una plantita, vigorosa y trémula de vida en sus venas de savia verde como la esperanza de la vida en ella latente. Crecía tan cerca del borde que nada más emerger de su lecho de tierra se topó con las hierbas silvestres que al mirarla exclamaron.

¡Miren ha nacido un chicharito!

Pero no todo era alegría en esa plantación, las plagas asechaban a las plantitas recién nacidas para comérselas o dañarlas con su feas enfermedades, el campesino apenas las vio emerger y las roció de productos químicos que las protegieran de enfermedades e insectos voraces que las dañarían desde su más tierna edad.

El chicharito precoz que había emergido primero y habían visto las plantas silvestres, apenas salía el sol y se desperezaba de su lecho tibio de color café negrizco que era su lecho de cultivo y cobijo haciendo.

¡Brrr, qué frío hace!!!! ¡Yo no me levanto hasta que haga más calor, brrr…!!

Y se enroscaba dentro del cobijo de la tierra como si fuera una variedad rastrera de la familia de las Leguminosas, que de por sí lo era. Las plantitas silvestres le hacían muchas fiestas, diciéndole.

Pobre Chicharito, está muy tiernito, tiene frío…

Sí, que se tape, no se vaya a enfermar…

Tu quédate hasta ya tarde en tu cobijo del suelo, sal hasta que el sol esté bien arriba…

Y así por el estilo le decían las plantas silvestres muy resistentes y aguantadoras a la pequeña plantita de Chícharo que tanta ternura les inspiraba por haberla visto nacer.

Pero las demás plantas de Chícharo no lo veían con los mismos ojos y se burlaban mucho de él diciéndole flojo, y debilucho.

Un buen día se apareció por ahí un abejorro peludo, volando de rama y flor en flor, para chupar el néctar de las florecillas de los chicharitos que ya empezaban a ensayar sus brotes florales.

¿Y este Chícharo acostado?

Dijo el abejorro al ver que nuestro Chícharo friolento aún no salía de su lecho y permanecía dormido y muy cobijado siendo ya las 12 del día.

¡Señor abejorro!

Dijo un altraluz de hermosas flores color violeta.

¡No moleste al Chicharito con tal tono de voz, y váyase a buscar néctar en los otros Chícharos que ya están de pié!

Perdón.

Exclamó el abejorro, un tanto cuanto apenado ante las miradas de las hierbas silvestres que lo veían con coraje por su rudeza y agitaban sus hojitas en un claro ademán de hacerlo que se fuera de ahí con viento sano.

No quise molestar señoras.

Se excusó el abejorro.

¡Retírese!

Dijo imperativa una Chacalota de blanca y espinosa flor, amenazando con hacer llegar su ira al insecto peludo.

Calma señoras, calma. ¿Pero por qué duerme tan tarde este Chicharito, qué no estará enfermo de algo…?

No abejorro, tu no sabes nada, en primera no es un él, es una ella, Chícharo de la familia de las leguminosas, pero es una Chicharita, y como es de variedad precoz es friolenta.

Ah, ya veo es una Pisum Sativum, emparentada con las habas, los garbanzos las lentejas y el Colorín.

Vaya, el señor no es tan ignorante después de todo.

Dijo un nabo silvestre agitando sus espadañas al aire llenas de vainas que sonaban como sonajas.

Los abejorros sabemos diferenciar a las plantas porque de ellas vivimos y del néctar de sus flores nos alimentamos, ¿pero qué hace esta variedad de Chicharito sembrada en noviembre y no en mayo que es primavera?

Eso sí no lo sabemos, solo que es nuestra nena consentida y que desde que la vimos nacer la hemos cuidado de que nadie la moleste.

Y hacen bien, esta variedad es muy bella, grácil y delicada, sus flores producen un exquisito néctar que…

¡Anda a la porra abejorro!, que de este néctar no has de beber, ¡he!, ¡anda y vete ya!

Pero el abejorro ya se había enamorado de aquella plantita de Chícharo friolenta, sus flores no tardarían en reventar de esos botones tiernos que salían de su tallo grácil de hojas delicadas y no se alejó mucho del lugar, a diario sobrevolaba el lecho del Chicharito friolento y se hacía presente posándose desafiante sobre sus nanas, a quienes distraía con sus charla rica en anécdotas de sus vuelos y libaciones de néctares raros y sabrosos, o agarrosos, pero nutritivos.

Un día los botones del Chicharito friolento reventaron en hermosas flores de color blanco, de un delicioso aroma y el abejorro paciente y enamorado libó de ese exquisito néctar y del Chicharito friolento quedó por siempre enamorado después de hacer suyo este fértil y dulce vino de amor que el Chicharito le dio.

El otoño de ese año fue duro, más parecido a un invierno temprano que a un preludio de fríos y el Chicharito friolento no obstante los cuidados de sus nanas, quienes lo taparon con sus propios cuerpos de ramas y hojas, murió de frío.

El abejorro peludo ya no buscó más néctar para sobrevivir, se puso tan triste que sin más se dejó morir donde yacía su Chicharito friolento y ambos pasaron a formar parte da la tierra de cultivo vueltos humus.

FIN.

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