Pero mi perro como perro que es “marca” su territorio, cosa buena y sana para los perros pero no para los humanos, me había entretenido mucho enseñándole toda clase de trucos a mi perro, quien por cierto le llamo Sam, ya que los perros no se llaman, si no se les llama ya que ellos no hablan no obstante la inteligencia que tienen algunos, como el mío.
Bueno pues luego de hacer todo lo posible por re educarlo en eso de “marcar” su territorio en los sitios adecuados para él, que en realidad y no nos hagamos tontos, al menos en mi caso mi perro era mión, sí, y había escogido para su meadero particular y exclusivo un sitio muy inconveniente, además él era el único can en las casa, así que era urgente enseñarle modales, pues el sillón de mi sala no era para eso por más que le traté de explicar con palabras y periódico en mano pues nada que se abstenía de hacer esto y cada que tenía ganas de “desaguar” su vejiga, ahí estaba Sam en el sillón alzando la pata, ¿cómo?, si él era un perro obediente he inteligente, no, éste era un reto para su educación y mis capacidades como entrenador, ex profesor e instructor así que:
No esperé más, tenía que enseñarle cómo y donde hacer sus necesidades del riñón pero de ya. O terminaría pudriendo el sillón de la sala y con mi paciencia, era momento de actuar.
Por el camino le hablé con firmeza, todo el recorrido le hacía saber cuál era mi propósito, Sam es un perro muy inteligente y no tenía la menor duda de que me entendía y escuchaba con mucha atención. Llegamos al sitio adecuado y le mostré cómo, le puse el ejemplo y estaba seguro de que el can estaba entendiéndome, él es un perro muy inteligente.
Eso era lo que se necesitaba un ejemplo basado en el método demostrativo.
Ya de vuelta en casa supe que Sam había aprendido muy bien su lección. El método demostrativo es infalible y no falla, no falla…
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