En la ciudad de méxico muy cerca de donde vivía cuando era niño se escenificaba una réplica de la batalla del 5 de mayo, sí de veras, en el famoso “peñón de los baños”, que no es otro que el peñón o cerro que está a un lado del aeropuerto de la ciudad de méxico. Aquella vez que te platico quienes me invitaron a ir a esta representación fueron mis amiguitos de la primaria federal de nombre acayucan a la que asistía en mi colonia de medio pelo de calles de tierra del df, de nombre colonia zaragoza, de ahí del nombre emblemático de mi colonia, de la otra colonia cercana a la mía llamada puebla, de la calzada zaragoza y demás incentivos y recordatorios a esta batalla fue que me animé a ir a ver aquella “batalla del peñón”, como de hecho era llamada esa escenificación que yo no me podía por más que hacía la lucha de imaginar, ¿una batalla real?, ¡qué padre!, iría a ver aquel portento y me uní al séquito de chiquillos que iríamos de espectadores de un “hecho bélico” aunque fuera de a mentiritas.

El día de la “batalla de puebla” del peñón de los baños salimos como a las 9 de la mañana la parvada de niños bien avituallados de botellas de agua de limón, tortas de chorizo que nuestras mamás nos hicieran y frutas diversas, naranjas, plátanos y más limones para atenuar el calor, yo llevaba mi itacate en una maleta deportiva de la época de asas muy largas que me metí entre los brazos y me la colgué como mochila, el cierre me raspaba la espalda, pero me aguanté luego metí mi suéter en medio de ella y mi “lomo” y ya; todo el camino lo hicimos a pie, y está lejos, íbamos a ir en bicis pero no todos tenían y además luego donde las dejábamos para ver la “batalla”, yo pensé que jamás llegaríamos al peñón y su colonia que se llamaba igual, pero después de pasar el aeropuerto de la ciudad de méxico ahí está el peñón y vamos para arriba, ¿de donde sacamos fuerzas?, quien sabe pero corriendo subimos hasta donde se veía ya la “pelotera” de gente y sí, que espectáculo aquel, soldados mexicanos obviamente vestidos de la época pero usaban unos sombreros muy grandes con banderas tricolores, los “franceses” de azul y rojo y con barbas postizas hechas de zacates teñidos con anilinas amarillas o rojas pegadas a los cachetes con goma, los suabos de pantalones bombachos, ah y los zacapoaxtlas de mucho machete como los macheteros de atenco, igualitos, todos con unos sombrerotes enormes, huaraches y calzones de manta, y caballos por aquí y por allá, eran los preparativos para la “batalla”, como buenos niños de barriada nos metíamos por dondequiera y a pesar de los regaños y demás voces de ¡sácate chamaco!, pues no hacíamos caso y pululábamos por doquier haciendo corrillo con los demás chicos del barrio del peñón de los baños, acordamos un punto de reunión para después de la “batalla”, y regresarnos juntos, e irnos a comer las tortas por ahí; y de nuevo nos desparramamos por entre las fuerzas nacionales y extranjeras agarrando aquí y allá, tirando sin querer los fusiles puestos recargados contra las paredes, en fin que aquello era una fiesta antes de empezar la fiesta, al menos para los futuros beligerantes y los niños que como hormigas nos movíamos por entre las filas de estas huestes enemigas entre sí.


Algo llamó mi atención y mucho, ya que en mi tierra se bebía este caldo, había mucho pulque a la libre disposición de los contendientes de ambos bandos, el calor de la media mañana del mes de mayo era ya muy fuerte entre las filas de soldados de zaragoza y del general forey, y lorencés así que a darle al neutle con singular alegría, además para darse valor, que caray.


Una corneta tocaba su belicosidad con rabia y con emoción, ¡sí!, ya iban a comenzar las hostilidades, los dos ejércitos se colocaron en un costado del cerro, mexicanos arriba, y franceses abajo, y que empieza aquello, disparos con mucho ruido y humo con olor a pólvora, cornetazos, redoble de tambores, gritos de ¡mueran los franceses!, y ¡mueran los mexicanos!, ah, y palabrotas del más grueso calibre eran lanzadas también al aire y se escuchaban muy claritas en aquel fragor, un general zaragoza muy moreno de lentecitos y espada en mano se movía montado en su caballo muy nervioso porque el cuaco por poco y lo derriba, el caballo quería jalar lejos de la batalla, ¡cobarde jamelgo!, nada patriótico y sí muy espantado que salía a escape pal otro lado de la batalla y el “general” que lo devolvía a la vanguardia de sus tropas, que tenía su propia lucha y no era contra los franceses sino contra la rebeldía de sus propia cabalgadura indócil a más no poder, carcajadas de los espectadores se escuchaban y gritos de: ¡zaragoza bájate del caballo mano, que te tira…! Que obviamente también estaba ya bien empulcada y eufórica por la encarnizada batalla que se representaba en las costillas del peñón de los baños entre mexicanos y franceses, una voz que hablaba por un micrófono y que se escuchaba por unas “cornetas o altavoces” narraba los hechos y daba datos históricos como este: “ahora los valientes zacapoaxtlas les dan en la madre a los franceses que querían despojarlos de sus tierras allá en la heroica puebla de zaragoza…” y cosas por el estilo así de épicas e ilustrativas que enardecían a combatientes y público en general, la voz del micrófono no solo narraba, también daba instrucciones: “a ver cálmense por allá en aquella esquina, ¿qué pasa?, calma señores, calma que nos venimos a divertir…, no, no corran niños entre los combatientes, sálganse de la batalla que los van a lastimar… a ver, qué pasa, no, no que nos están ganando los franceses, no, señores que la batalla fue al revés, no, ya no les den más pulque a los mexicanos que les están ganando los franceses, ¡!ya párenle, párenle!!, les digo!!


Total que ese día ganó francia en el peñón de los baños y la borrachera se generalizó además del desorden, pero no la diversión de la plebe entre los que estábamos ahí viendo y corriendo como locos entre suabos y zacapoaxtlas, en compañía de un zaragoza que se cayó del caballo, ah y después de todo cada quien de nosotros ese 5 de mayo regresó por su lado a la colonia zaragoza ya que en aquella multitud ya no nos volvimos a encontrar hasta el otro día, el 6 de mayo en las calles de nuestra colonia y comentamos hasta cansarnos aquella vez de cuando fuimos parte de la batalla del cinco de mayo, no, no en puebla en la del peñón de los baños. Que aunque perdiera el ejército de oriente, que divertida nos pegamos todos.


Autor: Carlos Mendoza

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