Buscando respuestas para sus dudas un enamorado acudió a los adivinadores del futuro, quería saber si sería feliz o no con su amada, el miedo y la inseguridad tan propias de los asuntos del corazón llenaban su pecho.
La mujer que le leería las cartas le dijo, hoy no es buen día para que te “eche” la suerte y yo lea con seguridad lo que te deparan tu futuro y el de tu amada ven mañana, al día siguiente acudió, pero no con la de las cartas, sino a que le leyeran el café, la mujer que se lo leería le dijo; ¿has probado alguna ves éste café, porque es muy fuerte?, ¡ah!, pero habrás de tomártelo todo, en el asiento que deje el café en la taza seguro que leeré tu suerte, tu destino y tu futuro.
Pero al probar aquella bebida tan fuerte y espesa desistió, le dijo a la adivina; “no, si ver mi futuro es tan amargo como esto que ahora tomo me niego a beber, mejor no deseo saberlo”. Así continuó por varios días en esta desazón del corazón tan propias de aquellos que están enamorados y les cuesta aceptarlo, tan rara y difícil de aceptar es esta situación para algunos que les asalta un miedo que poco después se convierte en pánico y necesitan saber por medios ajenos, ¿qué les está pasando?, muy sencillo, están enamorados y no más, pero eso no es fácil de aceptar, el amor da miedo por ser un sentimiento intenso que te hace sentir muy vivo, y eso de sentir y sentirte es peligroso ya que para muchos los hace sentirse como locos, desvalidos o vulnerables.
Este hombre no dejaba de ver y mirar a su amada, una hermosa morena de pelo de rizos naturales y esbelto talle, de caminar sinuoso que le llenaba de gozo de tan solo verla aparecer a lo lejos.
Un día supo por consejo de un amigo que lo más acertado para saber el futuro, y conocer del amor era ir a que le leyeran las líneas de la mano. Esa misma tarde se dirigió a donde le habían dicho que vivía aquella adivina que leía las líneas de la mano, resultó ser una vieja alcohólica de tez arrugada y aliento de taberna. Él se presentó ante ella y le dijo:
“¿Quiero saber mi futuro, si me aman verdaderamente, seré correspondido, me irá bien con la mujer que amo…?”
Una catarata de preguntas le hacía a la vieja que le veía con atención la mano derecha mientras que la de ella sostenía la que leía y se veía la mano del enamorado como cuando alguien pone su mano para dar algo al que está enfrente.
La vieja le auguró muchos problemas, muchos sinsabores detrás de esa relación, que sería mejor dejar de lado, él se abatió de inmediato y se dejó llevar por aquellas premoniciones terribles de la vieja y perdió toda confianza en él, su amada y su mutuo amor, y hasta llegaron a discutir del tema juntos, él le decía a aquella hermosa mujer llena de amor por él, “La vieja que me ha leído la palma de la mano me ha augurado desastres y terribles problemas de hacer vida juntos, nuestras familias no son compatibles, ella me ha dicho todo eso…” Y ella todo amor en sus ojos negros y profundos le dijo: “¿Y tu le crees?” Él con firmeza dijo. “Bueno es que a mi me han dicho que ella es muy acertada, que jamás se equivoca”. Y tomándole la mano a la bella joven, él le explicó el significado de cada línea de la mano de ella y le dijo: “Mira, ésta es la línea del amor, y ésta de por acá la del corazón, y ésta la de la fortuna…”
Ella retiró su mano para con la misma tocarle con suavidad la cara y mirándole de frente le sonrió con aquella sonrisa cautivadora que solo expresan las mujeres cuando están enamoradas, y le dijo: “No, yo creo que no hay línea suficientemente grande y gruesa que exprese en mi mano mi enorme amor por ti.” Pero no la escuchó y él se quedó con la idea de las líneas de su mano, y dejó de lado los sentimientos de ambos ahí expresados por su amada.
Pasaron los días y ellos se disgustaron por algo que él dijo y que había herido los sentimientos de ella, mucho dolor había entre ambos, más que amor como antaño, parecía no haber perdón alguno para poder reunir aquella pareja una vez más y, el alejamiento se veía venir para como en el caso del fruto de los amores intensos matar y abortar el producto de aquellos bellos sentimientos y no dejarlos, ni nacer, ni crecer. Locura y absurdo, ¿así cómo saber que sería fracaso o éxito su relación si no daban a luz ese amor?
Él, abatido se dio de nuevo a adivinar el porqué de aquella tragedia que se dejaba venir sobre de ambos y que según él se hallaba escrito en la palma de su mano, así un día estando sólo y muy triste por no saber cómo resolver su problema para con su amada se volvió a ver la mano y le exploró nuevamente las líneas e intentó recordar los significados que la vieja alcohólica le dijera de cada una de ellas, pero no halló consuelo, ni respuestas ahí ya que solo veía arrugas y pliegues delimitados estrechamente por la palma de su mano, alzó la cabeza y recordó con dulzura que en ese mismo lugar ella, su amada había estado con él, recreó en su mente la línea perfecta del perfil recortado de su cara, la delicada protuberancia de los labios tan amados, la forma de su nariz y de las líneas perfectas del arco de sus cejas, las líneas de su frente estrecha calzada de finos rizos, de los rizos mismos cayendo como cascada de azabache a los lados de aquella cara, vio con nitidez en su imaginación las líneas delicado de su busto y talle de su amada, las líneas suaves de sus caderas, y la singularidad de las líneas de sus bien contorneadas piernas y brazos, las líneas de sus brazos como solo las mujeres los tienen armónicamente saliendo de la redondez de los hombros, caían paralelos y en ángulo perfecto al talle, ya no dudó más, éstas eran las líneas que le daban las respuestas a sus dudas y la verdad, él la amaba a ella, lo había descubierto no en las arrugas de la palma de su mano, lo había descubierto al ver con ojos de hombre enamorado las líneas suaves del cuerpo de su amada.
Quizá este sea un final feliz y no triste para ésta y muchas historias más de parejas, lo dejo abierto a la imaginación del lector, o lectora, lo trágico sería que ella no viera lo mismo que él así veía en ella y viendo su líneas duras e hirsutas de hombre le perdonara lo que había dicho y herido a ella. ¡Oh!, divina y sencilla realidad que nos abre por instantes una rendijita de la niebla de la locura para saber ver la simpleza de la vida, que vence a la soberbia y subsana los errores más tremendos solo con mirar la delicadeza de las líneas delicadas, por eso yo creo que ver es el bien más preciado, más no solo mirar, sino ver con amor ya que mirar no basta, más difícil es mirarnos por dentro con humildad para sentirnos y reconocernos sabiéndonos amados.
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